En Latinoamérica y
Colombia existen grandes desequilibrios en cuanto al acceso a un pedazo de
suelo urbano; la población empobrecida no tiene la posibilidad de hacerlo por medio
del mercado inmobiliario formal, debido a los precios excesivamente elevados del
suelo, como consecuencia de un sistema capitalista regido por normas de oferta
y demanda, que terminan por conformar un mercado del suelo elitista y
excluyente.
En estas condiciones
actuales la población no encuentra otra opción diferente de acceder a la ciudad,
que mediante la ocupación de zonas ya sea a través de tomas, invasiones o
posesiones. Estas zonas de urbanización popular y de crecimiento irregular no
han sido intervenidas debidamente por el Estado, pues ha faltado formular
políticas públicas que permitan mejorar los niveles de acceso al suelo en
condiciones dignas y con todos los equipamientos necesarios.
Pero a su vez, este
fenómeno ha favorecido la configuración de territorialidades y comunidades en
permanente lucha por la inclusión a la ciudad y, por esa vía, a los bienes y
servicios sociales, económicos y culturales de la urbe. Una intensa lucha por
la inclusión es abanderada por los pobladores de las periferias, donde la
autoconstrucción es un ejemplo de cómo estos sectores reconstruyen por sí
mismos sus proyectos de vida. Son estos asentamientos los que han puesto en
evidencia la complejidad y heterogeneidad de la ciudad, su discontinuidad en la
distribución espacial y el acceso diferencial e inequitativo de los pobladores
populares urbanos a las políticas sociales del Estado.
La ciudad de Medellín
en la actualidad presenta unos índices de hacinamiento muy altos, su déficit
habitacional es de por lo menos 50.000 viviendas, existen 30.000 viviendas en
zonas de alto riesgo, aproximadamente 35.000 hogares están desconectados de los
servicios de agua potable y energía eléctrica, los cobros por impuesto predial
son exorbitantes, se están destruyendo los barrios populares cercanos al centro
de la ciudad producto de la segregación socio-espacial, las vías de acceso a
los sectores periféricos son casi inexistentes, además diariamente nacen 75
bebes al día y llegan a la ciudad un promedio de 25 personas producto del
desplazamiento forzado y el despojo de tierras. Así mismo se presentan altos
niveles de desempleo y subempleo en los barrios, que pasan de ser más que una
cifra de uno, o dos dígitos, por un verdadero drama social.
Ante esta situación
es necesario pensarse la ciudad desde los sectores populares, y por ello los
ejercicios de planeación del territorio deben se construidos de abajo para
arriba y no al revés como ha venido ocurriendo. Nuestra ciudad se ha sido construida
a pulso y con el sudor de nuestros abuelos y padres, donde casi el 70% de
Medellín, lo ha hecho la gente, con sus conocimientos y tradiciones, a través
de la solidaridad vecinal y el convite; pero eso, no se nos reconoce,
simplemente se nos denomina ciudad informal, porque no fue planificada por
expertos, sino por la necesidad de una “casita”, de una iglesia, de un parque,
de un colegio y de una ruta de bus que le permita comunicarse con esta ciudad
que cada día nos excluye.
Muchos son los
argumentos y las razones de peso a la hora de entender y de justificar la
demanda por una Reforma Urbana para Medellín, para Colombia, e incluso, y a
pesar de las diferencias, con las demás sociedades latinoamericanas; entre
ellas se encuentran: el crecimiento cada
vez más vertiginoso de la población urbana, ya sea por el desplazamiento, o por
su crecimiento vegetativo; las consecuencias del neoliberalismo en el
empobrecimiento de los hogares y la elevación de los costos de vida; la crisis
económica desatada por el mismo sistema; la deuda social del Estado con las
comunidades; la intensificación del conflicto armado en los centros urbanos; y
el conflicto social urbano propiamente dicho.
Aquí pues vamos a
plantear unos elementos constitutivos como propuesta para la Reforma Urbana que
se requiere:
1. Los procesos de urbanización.
En primer lugar
debemos analizar los procesos de urbanización y las configuraciones urbanas
como tal, orientados hacia el modo de producción capitalista. Tendríamos que fijarnos muy bien
en el papel que la ciudad está jugando en el marco de la globalización bajo el
esquema neoliberal. De un lado, analizar cuál es el modelo ciudad pensada y
planeada desde la oligarquía y el poder económico regional, una ciudad de
servicios y con unos equipamientos acordes con su proceso de
internacionalización en el marco de la competitividad, pero descuidando a sus
pobladores más empobrecidos y vulnerables.
Y de otro lado,
observar como el desplazamiento forzado en Colombia se está convirtiendo en el
primer factor de poblamiento de esta ciudad, a donde llegan todos los días
familias enteras a instalarse y a demandar vivienda y otros derechos sociales.
Al no ofrecer oportunidades para ello, la ciudad crece sin ningún tipo de planeación
y de una manera muy precaria, presentándose un crecimiento de la marginalidad.
2. La participación popular en la planeación de la ciudad.
Debemos destacar la
necesidad de la democratización de las decisiones políticas y la participación
popular en la planeación de la ciudad. Consideramos necesaria la transformación
de la relación del Estado local con los ciudadanos y sus organizaciones y la
forma en que lo vincula al proceso de toma de decisiones sobre la ciudad. Se
deben generar escenarios reales de debate y decisión política, donde las
propuestas de los sectores populares sean escuchadas y llevadas a cabo sus
propuestas.
Igualmente se debe ampliar el porcentaje presupuestal sobre el que
pueden decidir las organizaciones comunitarias y sociales, en el Presupuesto
Participativo, pero sobre todo en el recurso ordinario. Así mismo en el marco
de la descentralización administrativa, debe pensarse en el mediano plazo la
implementación de Alcaldías locales por zonas (6 urbanas y una rural), donde se
busque mayor participación de la comunidad en la solución de sus problemáticas.
3. La vivienda y los servicios públicos domiciliarios.
En Medellín es
fundamental una re-distribución equitativa del suelo especialmente para vivienda
de interés social, es decir para la gente de menores ingresos económicos. Se le
deben cambiar los usos del suelo a algunas zonas, y en otras modificar su
estrato y así favorecer el abaratamiento de los costos de la vivienda. En ese
sentido se debe hacer un re-ordenamiento territorial de la ciudad en el que se
supere la exclusión y los privilegios espaciales. Así mismo es necesario programas
de construcción de vivienda para los sectores populares, reasentamientos en
sitio, legalización de la tenencia y revisar la definición de zonas de alto
riesgo.
4. La relación urbano-rural.
La Medellín urbana no
toma en cuenta el resto de su territorio, un 72% es campo; no se tiene ninguna
estrategia para aprovechar el suelo rural y fortalecer el campesinado allí
presente. Un tema como la seguridad alimentaria de cara al futuro nos hace
mover estratégicamente hacia la zona rural de manera prioritaria. Muchas
familias sufriendo de física hambre y muchos suelos subutilizados o pensados
solo desde lo recreativo (fincas de recreo). Incluso los campesinos desplazados
que hoy habitan Medellín puedan cultivar en los corregimientos, aplicándose
como una especie de política de “retorno”, o por lo menos como lugar de
trabajo. Así mismo es importante pensar en la sostenibilidad ambiental, ya que
la ciudad necesita de unos pulmones verdes que le permitan reducir sus niveles
contaminación.
Así mismo es
prioritario pensar la relación y articulación del municipio con sus territorios
más cercanos a la hora de planear y habitar la ciudad, especialmente con los municipios
del área metropolitana, tanto hacia el Aburrá norte (Bello, Copacabana,
Girardota y Barbosa), como el Aburrá sur (Envigado, Itagüí, Sabaneta, Caldas y
La Estrella); y las subregión del oriente cercano (Guarne, Marinilla, Rionegro,
La Ceja y El Retiro) y el triángulo de oro en el occidente antioqueño (Santafé
de Antioquia, Sopetran y San Jerónimo). Donde podríamos hablar de una
ciudad-región no solo desde lo político-administrativo, sino también desde el
punto de vista agrario, ambiental y de sostenibilidad.
5. El desempleo y estrategias de sobrevivencia.
La reforma urbana
debe atender el empleo urbano informal, especialmente en el espacio público,
por ejemplo el conflicto generado por la persecución que sufren los venteros
ambulantes y estacionarios día a día en el centro y algunos barrios de la
ciudad. Así mismo deben pensarse mecanismos para que estas personas accedan a
la seguridad social y prestaciones sociales para elevar su nivel de calidad de
vida. Con la entrada del TLC en Medellín ya se está sintiendo con las políticas
de espacio público, éstas han ido moldeando una ciudad estéticamente agradable,
y donde la pobreza se convierte en el sucio que hay que limpiar.
Es importante empezar
a desarrollar estrategias de desarrollo endógeno, como los emprendimientos
productivos por comunas y zonas, donde desde el Estado preste la ayuda para un
plante inicial y posteriormente créditos blandos que sean pagables. Todo esto
desarrollado bajo el enfoque de la economía social y solidaria dejando
capacidades instaladas en las comunidades.
Podemos concluir que
existe una política clara de expulsión de los pobres y los más débiles, en la
medida que no generan ganancias para el capital; y esto se expresan en los
altos costos del suelo urbano, la concentración y el monopolio del mismo; y en
la represión expresada por desalojo violento de viviendas para el desarrollo de
obras de infraestructura y la penalización de la protesta social.
En el nivel de especialización hacia el cual se está dirigiendo esta
ciudad y su área metropolitana, no cabemos buena parte de los que la habitamos,
por eso es necesario tener un modelo de ciudad basado en la construcción social
del hábitat y construido por las comunidades y los sectores populares, y no en
los intereses que impone el modelo neoliberal, a través de los grupos
económicos regionales. Reivindicarnos, significa emprender el camino de la lucha
por una Reforma Urbana que garantice la Dignidad y el Derecho a la Ciudad a
quienes hoy se les niega.
Por: Carlos Velásquez.
Mesa Interbarrial de Desconectados.
Marzo de 2012.
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