Diciembre 6 de 2016
Antioquia cuenta con regiones de
abundantes fuentes hídricas que desde hace décadas soportan la imposición de
proyectos de infraestructura para generar un importante porcentaje de la
energía que consume el país. Desde los embalses del Norte y Oriente antioqueño,
viene el agua a través de kilómetros de
tuberías que transportan y distribuyen el vital líquido que consumimos en el
Valle del Aburrá. Alrededor de todo ello: miles de viviendas sin redes de agua
potable ni energía eléctrica.
En nuestra ciudad está la casa
matriz de Empresas Públicas de Medellín,
empresa que generó ganancias para el 2015, por 1.5 billones de pesos,
pero corta el agua potable y la energía a miles de familias entre ellos, a los
niños, porque no cuentan con dinero para pagar los servicios públicos
domiciliarios. En esta situación se encuentran 20 mil desconectados del
servicio del agua y 12 mil de la energía, cuya deuda asciende a tan solo el 0.8
% de las utilidades de las EPM.
El sistema prepago, que convierte
un derecho en venta al menudeo amplía su mercado, hoy tenemos 200 mil
instalaciones de energía en Antioquia, de los cuales, 110 mil están en la
ciudad de Medellín. En pocos meses de implementación del servicio de agua
prepago, hay 12 mil viviendas que reciben así el servicio.
A lo largo del recorrido del agua
y la energía que llegan al Valle del Aburrá, se expresan todas las
contradicciones sobre el territorio y nuestros bienes comunes y también se
resiste, denunciando que por los proyectos de generación de energía, se produce
el desplazamiento de pobladores, mineros artesanales y pescadores como en
Ituango. Se transforman los territorios, se desplaza la fauna y se destruye la
flora, como denuncian en San Luis. En distintos municipios se levantan inconformes ante la complacencia legal de
la destrucción, cuestionando licencias
de explotación, haciendo veeduría a los
proyectos, siendo vigías de los ríos.
También en Medellín se viven experiencias
de resistencia, se encuentran organizaciones que difunden argumentos para la desobediencia
a la desconexión; comités barriales y mesas de trabajo; hay quienes trabajan
alternativas de autogestión; estudiantes que apoyan las luchas de pobladores
por acceso a agua potable y barrios y veredas que constituyen acueductos
comunitarios y los mantienen.
En todas las comunas sigue
naciendo la acción creadora, expresión de nuestras capacidades comunitarias,
prácticas que suman a nuevos mundos imaginados. Es por eso que construiremos el
Carnaval por la Vida Digna este 10 de diciembre en el barrio Las
Independencias, comuna 13, un espacio de encuentro donde nuestras luchas suenen
en una polifonía de músicas y expresiones populares, manifestando toda la
riqueza de la diferencia, la alegre rebeldía, poli cromática, amplia y
recogedora.
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